“No es una montaña la que conquistamos, sino a nosotros mismos”
Sir Edmund Hillary, primero en hacer cumbre en el Everest
Vivirán en vano los hombres, por más que lleven una existencia segura y llena de comodidades si dejan que en sus almas muera el espíritu de aventura.
Para éstos no cabe la realización de mayores progresos que les permitan calar en las entrañas de la naturaleza y del espíritu. Vivirán cual ganado bien cebado y no morirán mejor.
La mitad del hechizo de escalar montañas ha nacido en visiones previas a esta práctica, visiones de algo misterioso, remoto, inaccesible, y en todos los demás planos de nuestra vida, – en esa ansia de explorar – se realiza la visión, de aventurarse lejos y llegar un poco más allá. Lo único que justifica la esperanza del hombre de gozar la vida en toda su plenitud; esto es: desplegar y colmar las facultades de su alma. Este espíritu emprendedor no debe permitirse que muera, si el verdadero camino y fin del hombre no ha de verse traicionado por un general aletargamiento de la voluntad y privación de objetivos.
W. M. Murray