Cada día es posible encontrar nuevas actividades, organizaciones, grupos, personas dedicadas a hablar/trabajar/desarrollar/promover y así hasta el infinito, el “empoderamiento de las mujeres”. Los enfoques, por supuesto, son variados. Sin embargo, la mayoría comparte una base común: las mujeres debemos empoderarnos para alcanzar algo que navega entre el viaje espiritual y el microemprendimiento.
En lo personal creo que vale empezar por el principio. Entonces saber qué digo, pensar, reflexionar, discutir con los conceptos, incluso desafiarlos es un modo de aprender indispensable para lograr objetivos relacionados con la equidad de género en todos los ámbitos: económico pero también político, familiar, social, etc.
Les pongo un ejemplo trivial y, al mismo tiempo, sorprendente: el color piel (nude, se dice ahora). Lo conocemos desde chicxs: es ese rosa pálido, amarronado, que se usa para pintar la cara de las personas. También en la ropa interior que compramos. Hasta ahí, todo bien. Pero resulta que leí un articulo de una empresa que fabrica lencería y había descubierto que OH, sorpresa!, ese color piel no era el color de la piel de todas… A ellos les sirvió para diversificar colores. A mi para replantearme paradigmas.
En este camino de replanteo, pregunto entonces: ¿qué decimos cuando decimos liderazgo, poder, empoderamiento?
Vamos por partes.
El liderazgo, concepto que tiene sus primeras teorías a finales del siglo XIX, fue construido en base a las características de los varones. Ellos ocupaban el espacio de lo público. Nosotras, frente a esa conceptualización, nos enfrentamos en general con 2 cuestiones: si somos sensibles o sentimentales, entonces no lideramos bien. Si somos asertivas y directivas, entonces nos “masculinizamos”…
El poder! Ay! Qué tema! Lo primero que pensamos es en una concepción tradicional como “poder sobre”. Una relación asimétrica que está histórica y culturalmente
condicionada.
Sin embargo podemos pensarlo también de otras formas:
- Poder para: generativo. Permite hacer.
- Poder con: sinergia. Pensar y trabajar con otrxs.
- Poder desde: interno. El que nace de nosotrxs.
Y esto, nos lleva directo al próximo concepto
El empoderamiento. Y aquí, una nueva revelación. Si bien, como palabra no es nueva (aparece por primera vez en el diccionario Oxford del siglo XVII), su uso en los movimientos de mujeres a partir de los años ’70 tenía que ver con la transformación de la subordinación de género. Es decir, estamos hablando de un concepto cuya esencia es política (POLITICA, que no es lo mismo que partidismo). Política que permite hacer algo que se denomina fijar agenda, es decir, que se hable, se trate y se legisle sobre aquello que nos interesa, en este caso, a las mujeres. Ejemplos? Violencia, brecha salarial, facilitación de las tareas de cuidado que aún siguen siendo mayoritariamente nuestras (guarderías, lactarios, atención de adultxs enfermxs, etc).
Ahora pensemos juntxs: ¿qué sucede si lo despolitizamos? ¿Qué pasa si lo reducimos a la posibilidad de tener emprendimientos que nos den cierto, o mucho, aire económico? La verdad es que, si solo enfocamos en lo individual y subestimamos las estructuras y contextos en los que vivimos, arribamos a la misma conclusión de quienes sostienen el status quo: las mujeres no lideramos, ni gerenciamos, ni nada simplemente porque no queremos, el techo de cristal no existe y todo se trata de seguir demostrando.
Mi invitación entonces es a retomar el concepto completo de empoderamiento para que podamos actuar en 3 ámbitos que se retroalimentan:
- El ámbito personal para el desarrollo de nuestras propias capacidades
- El ámbito económico ya que la dependencia es una de las mayores barreras que encontramos las mujeres al momento de tomar decisiones.
- El ámbito político para fijar agenda, para que se legisle sobre temas que nos ocupan y preocupan.
Y sino, pensemos en Islandia. Desde el año ’75 promueve leyes de discriminación positiva que permitieron que hoy sea el país más equitativo del mundo en todo sentido: equidad salarial, licencias por maternidad/paternidad, conformación de espacios de gestión en el ámbito público y privado, etc.
Para terminar una anécdota de actualidad: la primera ministra de Nueva Zelanda se llama Jacinda Ardern. Tiene 38 años, está embarazada y será su pareja quien tome licencia para el cuidado (ella solo tomará 6 semanas).
El estado, las empresas, las organizaciones en general, deben desarrollar perspectiva de género. Para ello es indispensable decisión política y medidas orientadas al logro de la equidad, planes adecuados, trabajo interno y externo, romper paradigmas y gestionar este cambio. Porque, como dijo Gloria Steinem: “Aún no escuché ningún hombre que pregunte cómo combinar matrimonio y carrera”.
Espero disparar ideas y replanteos.