A menudo, los clientes nos plantean que tienen problemas de comunicación.
¿En qué consiste el problema?, preguntamos.
– Es que no nos enteramos de lo que está pasando en la empresa. No nos comunicamos, responden.
Cuando comenzamos a indagar en profundidad, sucede con frecuencia que la demanda de más y mejores comunicaciones en realidad suele esconder más un reclamo de no estar enterado de lo que sucede “allá abajo” que un genuino deseo de comunicación bi-direccional.
Esto explica por qué muchas veces la demanda se reduce a querer aprender algún truco casi mágico que resuelva la famosa “falta de comunicación”.
En realidad el problema es otro y no es la técnica lo que resolverá el inconveniente. La solución radica en cambiar la concepción que tenemos sobre la comunicación. La técnica vendrá después como instrumento para mejorar ciertas habilidades y modificar ciertos hábitos. Pero el problema de fondo consiste en plantearse qué queremos comunicar, a quién queremos comunicar y sobre todo, por qué queremos comunicar.
Y aquí va el primer secreto: No intente empezar comunicándose con sus empleados. Empiece por dejar que sus empleados puedan comunicarse con usted. Empiece tratando de escuchar.
La comunicación humana es más que una técnica o método de transmisión de información. Es fundamentalmente adquirir el hábito de escuchar lo que el otro tiene para decirnos. Una vez que hemos sido capaces de entender y comprender aquello que los otros (especialmente los más cercanos) tienen para decirnos, las personas se relajan y se predisponen a dialogar.
Si lo que buscamos es transmitir valores o formas de trabajo. Si lo que queremos es intentar que las personas adquieran nuevos hábitos o modifiquen ciertas prácticas laborales, lo primero que debemos crear es un entorno donde puedan expresarse sin temor, donde no existan temas tabú. Un espacio amigable donde lo primero no sea el juicio sino la comprensión.
En la medida que seamos capaces de crear un espacio donde las personas puedan expresar sus ideas, sus temores y sus puntos de vista, en esa misma medida las personas sentirán que son valiosas para la organización y comenzarán a expresar sus innumerables sugerencias de mejora. Pasaremos del arcaico concepto de “mano de obra” al más humano y actual concepto de “cerebro y corazón de obra”
Las empresas crecieron desarrollando políticas de comunicación donde las personas eran destinatarias (objeto) de lo que se quería comunicar. Sin embargo para que tengan éxito los programas y las técnicas que mejoran la comunicación, debemos abandonar ese viejo paradigma y asumir uno más saludable consistente en ver el destinatario también como protagonista y artífice (sujeto) de un espacio comunicativo.
Cada día somos testigos de la parálisis que se produce en las organizaciones de todo tipo cuando las personas tienen temor de decir su verdad. Sin embargo no existe un arma más poderosa para generar el cambio y la mejora continua que la honestidad. Por eso antes de pensar en qué técnica de comunicación es la mejor o la de última moda lo que necesitamos es comenzar por darnos el espacio y el tiempo necesario para escuchar.